sábado, 2 de julio de 2011

Los pulpos en la historia

Querido amigo:

El XII Congreso Mundial de Medicina que se celebró en Londres en la primavera del año 1900 reunió a los más eminentes doctores de los cinco continentes. A lo largo de dos intensas semanas de trabajo se anunciaron importantes descubrimientos, pero el más fascinante de todos tuvo lugar cuando el doctor Polveiro de La Coruña se dirigió a los pocos colegas que habían madrugado para asistir a su ponencia aquel sábado por la mañana y, con gracia y desparpajo, colocó un pozal de agua en la tribuna.

El doctor Polveiro se había especializado en los males de la mente, ya que en su Galicia natal podía tratar con lo más tronado del mundo entero. Pobre como una rata, el buen Polveiro había empeñado su casa para sufragarse la travesía hasta Londres y demás gastos desu estancia en el congreso. ¡El médico más prestigioso de España en la miseria!

Nada más saludar a la escasa audiencia, Polveiro olvidó sus chaladuras y extrajo un pulpo del cubo. La atónita concurrencia supo entonces que, tras millones de años de vida en la Tierra, no sólo la especie humana había evolucionado hacia una inteligencia superior, también los octópodos. El pulpo se llamaba Sabidiño. Explicó cómo los pulpos habían colonizado todos los océanos desde hacía millones de años; cómo habían convivido con los extinguidos dinosaurios, mucho antes de que las primeras conciencias humanas despertaran de entre los simios. El doctor Polveiro traducía a Sabidiño mientras la sala comenzaba a llenarse de público, tan rápido había corrido la primicia de que un pulpo se encontraba dando una conferencia.

En resumen, damas y caballeros, la inteligencia de los pulpos supera con creces a la humana por el sólo hecho de que la aventaja en varios millones de años de evolución. A continuación, Sabidiño resolvió complejos problemas matemáticos para evidenciar su prodigiosa capacidad intelectual.

La relación de los Octópodos con la Humanidad se remontaba varios siglos atrás. Ya Platón humedecía su pluma en la tinta de su pulpo Paraspópelas, que le acompañaba noche y día en una jofaina. A la muerte del sabio Paraspópelas, Platón quedó bajo la tutoría de Octocópulos, quien años más tarde acompañó a Aristóteles en las largas campañas de Alejandro Magno. Octocópulos siempre tachó de sanguinario y retrógrado al joven emperador macedonio, quien acabó dictando sacrificar al venerable e incómodo pulpo, jurando que se lo comería "á feira" con pimentón indio y aceite de oliva griego, símbolos gastronómicos de su vasto imperio.

Más astuto y sagaz que el emperador, Octocópulos logró huir de la hirviente cacerola con ayuda de Aristóteles, quien aseguró a Alejandro que nada debía temer, pues el pulpo había sido ejecutado y arrojado al río. Un año más tarde, Octocópulos ahogó traicioneramente a Alejandro mientras éste se bañaba tranquilamente en el río. Desde aquel momento, los súbditos de Macedonia se rebelaron contra sus pulpos y se desencadenó el primer Octopodicio de la historia. Los pulpos que sobrevivieron se refugiaron en Oriente Próximo. Siglos atrás, los pulpos habían asistido a Moisés y su pueblo para cruzar las aguas del Mar Rojo, en gratitud de lo cuál los judíos prohibieron en sus leyes, ya no sólo la ingestión de pulpos, sino de toda suerte de marisco.

Expulsados los pulpos de Europa, la incipiente Cristiandad se vió desposeída de su valiosa y ancestral sabiduría, y acabó sumida en una Edad Media de doce siglos, época oscura y brutal que proscribió todo atisbo de progreso.

El doctor Polveiro aseguró que habían pasado ya muchos años desde el trágico asesinato de Alejandro. Los pulpos habían pagado con creces aquel magnicidio, salpicando nuestros platos y nuestras fiestas con su tierna y sabrosa carne. Tantos siglos habían pasado que los seres humanos habían olvidado que en los pulpos habían tenido consejeros sabios y leales, y no sólo suculentas delicias culinarias. El siglo XX prometía inaugurar una era de paz y concordia en la Humanidad ¿no había llegado el momento de reconciliarse también con los pulpos?

A raíz del descubrimiento del doctor Polveiro durante el XII Congreso Mundial de Medicina de Londres, y asombrados ante el hallazgo que desmentía todos los libros de historia hasta entonces editados, los hombres y los pulpos restablecieron sus olvidadas relaciones. Se incorporó la figura inviolable del pulpo a la carta de derechos universales, catalogándose de delito la pesca, cocimiento y degustación de los octópodos.

Los inteligentes pulpos recuperaron su lugar en la sociedad humana. Pronto se patentaron ingenios que facilitaron la comunicación entre pulpos y humanos. Los pulpos accedieron a puestos en la administración, como catedráticos en las universidades, en los laboratorios de investigación, en los consejos de ministros, etc... Hasta hubo algún pulpo que alcanzó el trono de España, aunque desde la sombra y con suma discreción. Sólo asó podemos enorgullecernos de aquellos años de esplendor y fecundidad en los predios de las ciencias y las artes.

Durante la I Guerra Mundial las potencias aliadas hicieron valer su superioridad gracias al inestimable apoyo de los octópodos, seres pacíficos y bien intencionados, que aborrecían todo totalitarismo, como en su día Octocópulos condenando las matanzas de Alejandro Magno.

Al término de la II Guerra, los exhaustos aliados encontraron huellas de pulpos en el búnker de Berlín. ¡Quién sino las superiores inteligencias arias de los pulpos podían haber guiado al pueblo alemán en su malhadada deriva bélica! Apenas 45 años había durado la amistad con los pulpos, pues estos taimados seres habían vuelto a traicionar a la humanidad. Durante los juicios de Nuremberg, miles de pulpos arrestados por colaborar con los nazis se juzgaron en una piscina vecina del Tribunal Internacional. Tantos había que desbordaban la piscina.

En otros países del mundo, los pulpos huyeron y abandonaron con sigilo sus hogares, temerosos de un nuevo Octopodicio a gran escala. Desde entonces, se restauraron las leyes que permitían la pesca de pulpos, que volvieron a formar parte de nuestra dieta.

No obstante, los servicios de inteligencia sospecharon que los pulpos no habían abandonado del todo a los hombres. Sin pruebas que los sustenten, corrieron verosímiles rumores de que Gandhi no se separaba jamás de un pulpo llamado Tentaculastra. Otro tanto se dijo de John Lenon con su pulpo Porrero, cuando compuso su célebre balada "Imagine". La CIA dispone de un completo archivo donde se registran insignes pulpos clandestinos. En dicha lista figuran personalidades tan distinguidas como Dalí, Mao o Felipe González. Incluso se han descubierto fotografías de Marylin con un pulpo, si bien la calidad de las mismas inducen a pensar que pueda tratarse de un montaje.

En 2010, durante la Copa del Mundo de fútbol, el pulpo Pot acertó cuantas quinielas le sometieron, deslumbrando de nuevo a la humanidad. Meses después del Mundial, falleció en circunstancias desconocidas. Circulan teorías conspirativas que insinúan que Pot no esta muerto; que el féretro de ocho brazos que se paseó por las abarrotadas calles de Múnich no contenía sus restos mortales; y que Pot vive en una paradisíaca isla junto a otros mitos desaparecidos, como Elvis o Al Capone.

Rumores o certezas, deseo tributar un emocionado homenaje al doctor Polveiro, una de las figuras más egregias de la psiquiatría mundial, cuyos días acabaron en una celda acolchada acondicionada para él en el acuario de La Coruña. Él hubiera deseado que prosperara la amistad entre pulpos y humanos, seres vivos en resumen, de la cuál nacerá, tal vez en un futuro próximo, una nueva concordia mundial, una era de perpetuo progreso donde las generaciones venideras destierren el pimentón y la sal gorda para sustituirlos por millones de años de sabia y fecunda tinta.

Un abrazo