domingo, 4 de septiembre de 2011

Madrid

Querido amigo:

Hace tiempo que decidí que me iba a reinventar la ciudad de Madrid. Hasta aquel momento, la villa y corte se me había antojado un lugar hostil, desarraigado y falto de calidad de vida. Soñaba con retirarme a vivir a un lugar más tranquilo, alejado de los atascos, la contaminación y el personal frívolo y deshumanizado... ¡Qué equivocado estaba!

Cierta noche de agosto se me apareció el duende madrileño entre las calles de Santa Isabel y de Santa Inés. Yo batía retirada después de una intensa sesión cinematográfica en el cine Doré. El reloj del convento de Santa Isabel anunciaba la medianoche, y la calle lucía desierta y en silencio. Cada campanada dejaba detrás un silencio místico; la brisilla nocturna mecía mis ropas; los sueños flotaban desde las dormidas alcobas que se asomaban a la calle. En medio de esa atmósfera mágica el duende me salió al paso, ataviado con su traje multicultural. Un cachirulo al cuello, una chapela vasca, una gaita gallega, una chaqueta rociera, una faja payesa, una botella de sidra, una espada toledana...

Con el tiempo he llegado a comprender la esperpéntica indumentaria del duende, repleta de guiños de cualquier región española, pues este espíritu madrileño posee de todas ellas un poco, ya que de todas ellas se nutre y erige. Tal vez por ello se cuenta que nadie se siente forastero en Madrid, porque no importa de donde se venga, la ciudad rinde un nostálgico tributo a la patria de cada cuál, al tiempo que le envuelve y arropa con su cálido mantón de Manila. Madrid, por ello, es y será siempre hogar adoptivo de cualquier español, pues a nadie le faltará en sus calles, avenidas, plazas, parques, cines, teatros, museos, facultades, oficinas, estaciones, bares, ... un paisano con quien recordar y brindar por el terruño donde se entierran sus raíces.

Tras aquella visión tan especial, opté por apostatar de mis antiguas y caducas quejas, e inventarme un Madrid propio, a medida de mi fantasía; mi castizo y tierno, rebelde y secreto, libre y literario Madrid. Desde aquella noche me sumerjo por los barrios en busca de historias de paisanos de aquí y allá, palomicas que de tanto levantar el vuelo se alejaron tanto de sus nidos que no supieron volver luego.

Un abrazo

1 comentarios:

Una astrofísica por el mundo dijo...

justo hoy... qué lejos está Madrid...
un abrazo, amigo

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