domingo, 13 de noviembre de 2011

Perros y niños

Querido amigo:

Ayer por la tarde, al esperar al ir a cruzar un paso de peatones, pasó delante de nosotros un auto con un perro en el asiento trasero. El canino iba sentado muy tieso, con el hocico orgulloso, la mirada altiva; muy, muy digno. En el asiento delantero, su dueño adoptaba la misma pose de honorabilidad.

Aquel perro gozaba de un excelente sentido del humor. ¡Qué ironía tan fina! Cuesta creer que un animalico así pueda sorprendernos con tal magistral imitación de su dueño. Aquel perro no imitaba a su dueño porque le idolatrara o deseara parecerse a él, sino para hacerle objeto de una sutil burla, como cuando algún niño imita a alguno de nuestros respetables políticos, ahuecando la voz e hinchando el pecho, con esa ridícula vanidad tan característica de nuestros queridos representantes.

Hasta los niños y los perros comprenden el esperpento aparejado a un conductor de un pequeño utilitario que se salta un semáforo mirando con desdén a los atónitos peatones, como si creyera que los demás no se mueven en auto porque no pudieran comprarse uno; como si el conducir le hiciera a uno más importante que a los demás y le licenciara para saltarse las normas viales.

Igualmente, qué clarividencia la de las chanzas infantiles sobre esos políticos nuestros que parecen creer que merecen privilegios frente al pueblo que los elige para defender los intereses públicos; visto lo visto cómo se pavonean en los actos oficiales, y el semblante grave que adoptan al hablar por los celulares que paga el herario público, o al montar en los cohces oficiales... ¡como si fuera una vergüenza indigna de sus posiciones el uso del transporte público!

¡Qué listos son los niños y los perros!

Un abrazo

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