martes, 1 de noviembre de 2011

Para aclarar ideas

Querido amigo:

Dicen que la población mundial ya alcanza los 7.000 millones de seres humanos. Teniendo en cuenta que aún hay países donde las autoridades reconocen que buena parte de su población no se ha censado, parece evidente que hace tiempo se debió rebasar la cifra de 7.000 millones (7.000.000.000 personas).

Esas personas, probablemente millones, de las cuáles se olvidan los censos, viven en condiciones de mucha necesidad. Mientras tanto, las portadas de los periódicos de Occidente siembran la alarma ante la crisis financiera; crisis que, ineluctablemente, terminará por agravar la ya misérrima situación de los "olvidados".

¿Cómo vamos a salir adelante, ahora que sumamos más de 7.000 millones, con lo que da el planeta? Los recursos de la Tierra son los que son, pero cada día hay más necesidades.

La Humanidad se lleva planteando este dilema desde hace milenios: administrar la riqueza de la Naturaleza para sobrevivir. Fruto de esta reflexión surgió la agricultura, la pesca, la minería, la ganadería..., y también el egoísmo, el odio y la guerra. Efectivamente, los más fuertes no pensaron en proteger a los más débiles, sino en exterminarlos para quedarse con todo.

La Historia ha registrado muchos seísmos, o conflictos bélicos. Muchos de ellos se desencadenaron por motivos religiosos, pero aún con eso, todos comparten en común el ansia por dominar los recursos naturales necesarios para sobrevivir.

La Historia ha vivido también épocas de florecimiento y esplendor, siempre, siempre asociadas a un progreso espiritual y racional en el que se ponderaba la solidaridad frente al egoísmo secular. Recordamos el final del feudalismo, en el que una reducida aristocracia explotaba a una vasta masa de vasallos. Se evolucionó hacia una sociedad más solidaria, que admistraba más ecuánimemente la riqueza.

Fue en aquel tiempo cuando nació el Capitalismo, como sistema que impulsa el intercambio entre sociedades, un sistema con una base matemática que conduce al equilibrio social, porque a todo pone precio y a todo da valor. Al menos, en la teoría, porque la realidad es que el instinto de acumulación de riqueza del ser humano (motivado quizás, por 30.000 años de hambre y precariedad) pronto distorsionó el pretendido equilibrio, generándose grandes fortunas y generalizadas miserias.

Bien, los seres humanos nos dimos cuenta entonces, en el siglo XV, que el sistema capitalista no funcionaba correctamente, pues se había convertido en un pseudo-feudalismo. La Humanidad sigue evolucionando, y desde la Revolución Francesa empieza a hablarse de derechos civiles, igualdad ante la ley, etc... conceptos más relacionados con la solidaridad que con el egoísmo. La Humanidad, entonces, experimenta una nueva época de progreso.

No me extenderé más en anotaciones históricas, sólo quería concluir en que la solidaridad, y no el egoísmo, ha hecho progresar a las sociedades humanas. La solidaridad es rentable a largo plazo, mientras que el egoísmo puede resultar rentable a corto plazo, pero a la larga fracasa.

¿Cuándo nos predisponemos a la solidaridad? ¿Cuándo anteponemos la solidaridad al egoísmo? Está bien claro, cuando no nos faltan nuestras necesidades, empezamos a pensar en solidaridad con los más desfavorecidos. Luego la solidaridad brota espontáneamente cuando hay prosperidad... No exactamente. El exceso de bonanza económica aniquila la solidaridad (dice el aforismo "cuanto más tengo, más quiero"); la acumulación de riqueza no es solidaria, en absoluto. Por tanto, se deduce algo que las teorías económicas no aciertan a expresar en fórmulas matemáticas: que la solidaridad surge cuando sin ser pobres, no somos excesivamente ricos.

¿Dónde está el equilibrio? Cada uno de nosotros debiera responder a esta pregunta... ¿Cuándo considero que no soy pobre, porque mis necesidades están cubiertas, y siento en mí brotar un espíritu de solidaridad con mis congéneres en aras de construir una sociedad mejor? ¡Qué difícil respuesta! Si no sabemos respondernos a nosotros mismos, el Estado diseñará un sistema fiscal que responda por nosotros. Claro, que no hay que esperar que la solidaridad que el Estado exige de nosotros en forma de impuestos agrade a todos.

Un sistema que permite la excesiva acumulación de riqueza y la propagación de la pobreza no es válido. Se trata de la situación actual, en la que los Gobiernos democráticos se enfrentan a la creación de fortunas descomunales, mientras que el desempleo y la pobreza hacen mella en la sociedad, y con ellos, la insolidaridad. Es curioso, cuando habíamos alcanzado la bonanza necesaria para construir una sociedad solidaria, el egoísmo vuelve a ganar la batalla (mercados financieros) y la sociedad se empobrece, entrando en el círculo vicioso pobreza-insolidaridad.

Las sociedades más vulnerables a las crisis económicas (hoy en día, en el sur de la Unión Europea) son las más insolidarias.

No hemos aprendido la lección todavía. Aún hay quienes pregonan un Capitalismo sin reglas, que se autogobierne y autoequilibre; desdeñando los hechos, que las pocas épocas de progreso experimentadas en la Historia de la Humanidad han estado ligadas a la solidaridad.

Un abrazo

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