sábado, 21 de julio de 2012

El Peregrino

Querido amigo:

Cuentan que nací con los ojos muy abiertos, y que miraba todo y a todos con tal expresión y tanta curiosidad, que mis miradas suplían la falta de palabras.

Desde que brotó en mí el primer rayo de lucidez, a muy temprana edad, mostré preocupantes señales del mal que marcaría mi vida. Y es que, amigo, desde muy niño ya sentí en mí esa sed insaciable por conocer, por explorar y por descubrir. Una sed semejante a la del paciente aquejado de fiebres, en quien nunca es bastante el agua fresca para calmar su ardor. De igual manera, ardía en mi alma la necesidad de saber, y ningún conocimiento me satisfacía.

Preguntas y más preguntas me desvelaban día y noche: ¿Quién es Dios? ¿Por qué Don Fulano, que tantas fincas posee, no da de comer al Menganín, que anda medio muerto de hambre? ¿Qué hay más allá de las estrellas? ¿Qué tienen que ver los astros con que alguien nazca así o asá? ¿Por qué la Floja se marchó del pueblo? ¿Por qué el maestro no se saluda con el cura? ¿Quiénes son los ángeles? ¿Adónde se fue el abuelo? ¿Por qué el hijo de la Tomasa todavía se lo hace en los pantalones, con lo mayor que es? ¿Y si está loco, por qué le castigan cuando hace locuras, a sabiendas que no es dueño de sí? ¿Cuál es, entonces, su sentido en la vida? ¿Es libre? ¿Somos libres? ¿Por qué es pecado la lujuria? ¿Qué son el bien y el mal? ¿Dónde vivía antes de nacer?

Al principio, a todos sorprendían mis cuestiones mas, luego a luego, se cansaron de los aprietos y callejones sin salida adonde les conducían, y la gracia primera tornó en rechazo. ¿Y qué? ¿A ti qué se te anda con eso? - me respondían airadamente, despachándome a veces con un azote. ¡A callar! ¡Los niños no hablan de cosas de mayores!

Cuando crecí y me hice mayor, tampoco supieron responderme. De ahí, amigo, que la soledad me haya acompañado desde muy tierna infancia. Soledad, mi sabia compañera, la que nunca me miente.

Supongo que, con las pistas que te he dado, a estas alturas ya deducirás en qué he devenido... Efectivamente, nací peregrino y moriré tal. Tan pronto pude valerme por mí mismo, me despedí de mi familia y quité mi tierra natal para emprender un camino que, sinceramente, no sabía a qué parte habría de llevarme.

Los peregrinos perdemos toda nacionalidad, siempre vamos de paso. Poco a poco olvidamos nuestras raíces y hasta nuestro idioma, mientras que aprendemos otras lenguas y adoptamos otras costumbres. Recorremos un camino, ese camino que nos aloja va respondiendo a las preguntas que nadie sabía responder. Respuestas que suscitan nuevas preguntas...

Descubrí caminando que el ¿Por qué? mueve el mundo, mientras que el ¿Y qué? lo detiene. Descubrí que la verdadera sabiduría radica en aquello que aprendemos por nosotros mismos, no en lo que nos cuentan los demás. Descubrí que hay sabios que no saben leer ni escribir. Descubrí que el camino tiene piedras, y que si he tropezado alguna vez con ellas, otras personas también podrán tropezar: la tolerancia. Descubrí la Libertad cuando acepté que tropezar es humano. Descubrí que hay muchos, muchos caminos que llevan al Amor. Descubrí que el Tiempo es consustancial al alma, y que cualquier persona puede concentrarse y transformar el Tiempo a su antojo. Descubrí que no sabía distinguir entre el Bien y el Mal, que no podía juzgar a nada o a nadie, y que si el sentido humano de Justicia es relativo, el Amor, por el contrario, es absoluto.

Descubro muchas cosas cada día, en mi camino, mi hogar. ¿Qué me espera al final del camino? La Libertad, el Amor ¿la Nada, quizás? ¿otra Vida?

Paso a paso, sin curarme de marchar deprisa o lento, de la soledad o el silencio, siempre llevado de la Fe de que encontraré algo o a alguien que me sacará un poco más de mi ignorancia, que calmará mi sed de saber, por un camino repleto de preguntas, hacia un fin sin determinar. Amigo, quien quiera que seas, no creo volver para contarte qué hay al fin del camino, habrás de explorarlo por ti mismo, porque, aunque no emprendas la marcha, a fin de cuentas humano eres y, por tanto, peregrino.

Un abrazo

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