sábado, 28 de mayo de 2011

Sobre Don Quijote

Querido amigo:

En 2004 se celebró el cuarto centenario de la publicación del Quijote, la obra cuyas aventuras escribió Miguel de Cervantes desde una celda, llevado por la necesidad de sobrevivir al cautiverio y enfrentarse al paso del tiempo.

Cabe pensar que la obra contiene pasajes autobiográficos que sugieren que Cervantes imaginó un "alter ego" con quien poder evadirse de su lamentable situación. Sólo así, tal vez, podamos comprender los paralelismos entre el autor y su personaje, Alonso Quijano, Don Quijote, un hidalgo venido a menos que desafía con fantasía la dura y corrupta realidad del mundo que le rodea. He aquí el alegato de libertad que alberga el Quijote, quien se rebela contra la decadencia imperante y elige vivir la vida que le apetece, la de los altos y nobles ideales, la misma acracia, desdeñando las burlas de sus contemporáneos, estupefactos testigos del advenimiento de un héroe tan poco común.

Sin embargo, ese acto de sinrazón, tomar los votos de la caballería andante, pone en evidencia la decadencia moral, económica y social de la época cervantina. Ante tanta ignonimia, el viejo hidalgo cree necesaria la presencia de alguien que rescate la humanidad y todo lo noble y digo del hombre. Así pues, mientras los torpes personajes que topan con Don Quijote se mofan del estrafalario caballero, ignoran por completo la crítica que éste abandera contra la ruindad, la ignonimia y la miseria moral que domina a la sociedad.

Don Quijote restaura con paciencia e ilusión las armas de sus antepasados, creyendo en la posibilidad de un mundo mejor. Don Quijote reivindica la dignidad de su pobreza, tan conmovedoramente ilustrada por su "rocín flaco" y su "galgo corredor", y se sacrifica con generosidad a una vida repleta de incomodidades y peligros a cambio de mantener viva la noble esperanza de la Justicia.

Sometido a sus grandes sueños, Don Quijote tomará partido en conflictos varios a lo largo y ancho de sus andanzas, y sus juicios distarán mucho de la supuesta locura que se le atribuye. El ingenioso hidalgo encarna la humana inclinación por el altruismo, siempre dispuesto a solidarizarse con los más débiles y vulnerables frente a los abusos del poder.

No extraña, entonces, que estos valores causaran chanza entre los perdidos, aquellos cuya fe en el género humano había sucumbido a su propio egoísmo. Don Quijote se impone moralmente ante ellos, con elegancia y nobleza. Nada tiene que ver esta nobleza con el linaje o la hidalguía, sino más bien con una insaciable sed de justicia.

De esta manera, Don Quijote se enfrenta a los pastores poetas que clamaban venganza contra la bella pastora Marcela, cuya belleza martirizó hasta la muerte al no correspondido bachiller. En este capítulo, Don Quijote defiende el derecho de la pastora a elegir por sí misma su destino.

No faltan tampoco los homenajes al amor, que con el valor sintetiza las máximas virtudes humanas. Por ejemplo, durante los capítulos donde Don Quijote contribuye a reunir al desdichado Cardenio con su amada, tras separarse víctimas de las confusiones y los intereses familiares. Nuevamente, Don Quijote enarbola el derecho a formar pareja libremente, siguiendo los dictámenes del corazón frente a las convenciones sociales e imperativos de casta, color o posición.

A este respecto, hacemos justicia a Cervantes, reconociendo que éste, al igual que su contemporáneo Shakespeare, denunció los matrimonios de conveniencia: Shakespeare en su Romeo y Julieta y Cervantes en el Quijote.

No resulta tan loco un hombre que se adelanta varios siglos a su tiempo, como nuestro entrañable enamorado Don Quijote, tan sensible a las historias de amor. Ni resulta locura la sensibilidad del hidalgo hacia las letras, ya no sólo de sus novelas de caballería, sino de la poesía y los cuentos que se prodigan a lo largo de la historia.

Acrisola Don Quijote sentimientos con los que cualquier persona de ayer y hoy pueden identificarse. Lo curioso es que sus actos pasen por disparates en lugar de como modelos de lucidez. Sólo cuando recobra el juicio, Don Quijote se entrega a la muerte. El buen hidalgo pesó que la vulgaridad, desprovista de toda humanidad, no merecía la pena ser vivida.

¿Quienes imprecaban a Don Quijote sino la gente baja, abyecta e inmoral? El ventero ladrón, el vizcaíno pendenciero, el asesino Ginesillo de Pasamonte, etc... y aristócratas burlones y sin nobleza... mientras que encontraba comprensión entre una majada de pastores.

estilísticamente, Cervantes encumbró el Castellano a las más elevadas y dignas cotas, además de revelar figuras literarias tan contrapuestas como Don Quijote y Sancho, quienes años más tarde serían replicados por los más grandes cómicos. De ahí surge ese personaje de Charlot, con su entrañable y digna pobreza, tal y como la que exhibe Don Quijote. ´También parejas como el Gordo y el Flaco se inspiran en Don Quijote y Sancho.

El personaje de Sancho encarna también unn patrón universal. El ingenuo e iletrado Sancho, dominado por una naturaleza servil y atemorizada, cobardón y quejumbroso, se erige en la voz de la razón de un pueblo oprimido, extenuado y sin fuerzas para rebelarse.

Un pueblo honrado y sumiso, víctima de un sistema anacrónico y medieval que, salvando las distancias, perdura hasta nuestros días. Sancho es digno ejemplo del pueblo fiel, temeroso del poder, que sueña con una vida mejor; un pueblo pícaro y un poco egoísta, un pueblo que tolera mientras no se les toque lo suyo. Como contrapunto, Don Quijote reúne sen su persona las virtudes del héroe: valor, amor, inteligencia y buena dosis de idealismo.

En verdad que poco ha evolucionado la sociedad respecto a los tiempos cervantinos. Los Quijotes de hoy en día se enfrentan no sólo a la vulgaridad y a la injusticia, no sólo a la acomodaticia indiferencia,... tal y como Don Quijote. El "alter ego" de Cervantes, un espíritu tan alto que pocas personas en la historia han podido alcanzarlo.

Quienquiera siga viendo locura en el Quijote se niega a sí mismo la ilusión de un mundo mejor. No encontramos en toda la novela ni un sólo pensamiento innoble de Don Quijote, ni un sólo instante de desaliento. Don Quijote vuelca su grandeza espiritual al servicio de los menesterosos, de los desposeídos.

Hoy en día, los gigantes a los que encara Don Quijote emergen como poderes financieros que doblegan a los humildes. Los molinos de hoy son las grandes corporaciones, las grandes y poderosas multinacionales. Sus aspas, la indiferencia del pueblo. Hoy en día también se queman aquellos libros que incitan a la utopía, a la locura. Hoy en día encontramos Don Quijotes de cartón piedra, que al contrario de nuestro frugal y misérrimo héroe, sólo persiguen notoriedad y buenas condiciones de jubilación.

Los verdaderos quijotes no pueden alcanzar la fama porque, si bien libran y vencen las pequeñas batallas, ya que siempre acaban por estrellarse con la cruda y fría realidad: unas aspas de molino, representadas por la traición y la cobardía de quienes les rodean.

A su muerte, los vecinos de Don Quijote, el ama y la sobrina, parecen estrellarse también con la dura realidad. Son responsables de su muerte, al haber hecho lo posible por reponerle de su "locura". Se dan cuenta de que se ha ido aquel en quien, incluido el lector, habíamos confiado la posibilidad de un mundo mejor. Nuestra necedad queda en evidencia, se pone de manifiesto, nuestra honradez en tela de juicio.

Un abrazo

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