Querido amigo:
Cuando el viejo criado dejó de respirar, el amo cayó desolado sobre su pecho inerte, sollozando inconsolablemente. Amaba a aquel criado como a un padre.
Todo empezó hacía muchos años, antes de que Antonius Marcellus naciera.
Durante la campaña hispana, el general Flavio Marcellus gobernó tres centurias para conquistar las tierras bajas del río Íbero. Las tribus íberas huían al avance de las tropas romanas, muy pocas oponían resistencia. Los descarnados castigos infligidos por los romanos sobre los pueblos que desafiaban su poder aterrorizaban a los pueblos nativos. Aldeas enteras de pastores y campesinos abandonaban sus pallozas y emigraban hacia el sur, más allá de las turbulentas aguas del Íbero, en una desesperada carrera para escapar de los escarmientos romanos.
Sin embargo, contó el general Flavio Marcellus de una aldea que se elevaba en lo alto de un pueyo, dominando una extensa planicie, en el árido corazón de la tierra que más tarde pasaría a denominarse como la provincia Tarraconensis. El experimentado general desplegó sus centurias cercando la aldea, y aguardó hasta que sus pobladores sufrieran el ataque del hambre. Sabía Flavio Marcellus que el hambre causaba más estragos que las afiladas saetas romanas.
Al cabo de diez días de cerco, los aldeanos resistían a la paciencia romana. Apremiado por las órdenes de sus superiores, que le instaban a continuar avanzando sin demora, el general Flavio Marcellus hubo de resignarse a atacar la aldea y poner fin al prolongado asedio.
Al despuntar el alba del undécimo día de sitio, una tormenta de flechas romanas llovió sobre los desventurados íberos. Espada en mano, la infantería acometió las míseras murallas que protegían la aldea, abriendo vías al cabo de pocas horas. Desde entonces, los soldados romanos hubieron de combatir cuerpo a cuerpo, cabaña por cabaña, la cerril resistencia de los nativos.
Al caer el crepúsculo, las diezmadas centurias habían dominado la población y tomado como esclavos a los valerosos íberos supervivientes. No encontraron ni rastro de mujeres ni niños, que habían huido al ver aproximarse las tropas romanas.
Todavía admirado por el coraje de aquellos aldeanos, exhausto y herido, el general Flavio Marcellus decidió refundar la aldea como plaza fuerte para el imperio romano, dada su privilegiada ubicación estratégica en lo alto de un pueyo, bautizándola con el nombre de Belia, que en latín significaba guerra.
Entre los prisioneros tomados en Belia, el general Flavio Marcellus eligió como sirviente a un muchacho de dieciséis años llamado Caciro. Con el tiempo, Caciro acompañaría al general en su victorioso retorno a Roma, incorporándose a los esclavos de su noble villa. Más tarde nació Antonius Marcellus, primogénito y heredero de Flavio Marcellus, cuyo cuidado se encomendó al joven esclavo íbero.
Antonius Marcellus creció al abrigo del sabio y humilde Caciro, que le descubrió los secretos de la tierra y la olvidada cultura de los íberos. Cuando el general Flavio Marcellus cayó abatido por las flechas bárbaras en la campaña de Germania, Antonius Marcellus quedó prácticamente bajo la tutoría de Caciro. Entre el esclavo y el joven patricio fue germinando una profunda amistad.
Muchos años después, transido de dolor por la muerte del anciano Caciro, el ya joven tribuno Antonius Marcellus emprendió una larga peregrinación hacia Hispania, la maravillosa patria de su difunto tutor, su padre adoptivo, con cuyas fabulosas leyendas había crecido.
Tras una tranquila travesía por el Mare Nostrum, el tribuno desembarcó en el puerto de Tarraco Nova, desde donde continuó a caballo su viaje tierra adentro . Siete jornadas más tarde dejaba atrás Cesaraugusta para divisar a lo lejos, invencible sobre el pueyo, la plaza de Belia que fundara su padre.
Fue allí donde Antonius Marcellus entregó al cierzo las cenizas de su amado Caciro.
Un abrazo
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2 comentarios:
perdona mi incultura, ¿está basado en hechos reales? me ha gustado mucho la historia, al principio me recordaba a la famosa aldea gala de Asterix pero luego tiene un sabor propio, ¡qué bien les habría venido la poción!
buenisimo
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