Hay quienes opinan que la vida discurre en un puro azar. Yo lo afirmo a mi manera, porque Dios pone los naipes y el diablo los baraja. Permite que me explique.
Para mi la vida se resume en recuerdos, sentimientos y decisiones. Si quieres conocer a alguien, pregúntale su película favorita. A poco que escarbes en la mayoría de los casos encontrarás a un Don Corleone, una Mary Poppins, un James Bond, un Robin Hood, una monjica llamada Audrey Hepburn, una Catherine Deneuve o un Doctor Zhivago... (por poner unos ejemplos), a quienes admiramos por su integridad, su poder, su voluntad, su felicidad o su desgracia. Pero la vida real no entiende de personajes de ficción.
A diario, asistimos al pulso que libran quienes deciden dejarse guiar por el corazón y los que te instan a sentar la cabeza. En la vida hay muchos caminos, y hemos de elegir por dónde llevarla. ¿Cómo? Y tras esta cuestión trascendental surgen muchas respuestas. A menudo nos dejamos aconsejar por Don Vito Corleone, otras por Mary Poppins... o por un amigo, por el cónyuge o por los padres...
Independientemente del camino que elijamos, no importa tanto llegar a la meta, sino vivir el camino en sí. Y cuando un día nos encontremos tirados en una cuneta, empapados en alcohol; y mirando a las estrellas, tomemos conciencia y recordemos a aquél niño que fuimos, rebosantes de dicha en la seguridad, paz, armonía y amor del nido paterno; y nos preguntemos cómo y cuándo la vida nos arrojó al abismo; sepamos si fuimos o no felices en nuestros errores.
¿Dónde y en qué momento el diablo te puso cuatro ases en una misma baza? Tú que lo tenías todo: salud, inteligencia, amor, dinero... Ambiciones y debilidades. Y tú jugaste la partida pensando que te acompañaba una buena racha.
Y te arrojaste al trabajo en pos de la zanahoria que te tendían los poderosos, esa zanahoria que hace salivar a los burros, cruel y amarga zanahoria... que te incita a atraparla, a atraparla... inalcanzable. Tú que soñabas con verte erigido en el Don Corleone de tu empresa, misterioso y ambiguo, reservado y letal, paladeando el placer de controlar las vidas de los demás.
Y te arrojaste en brazos de la mujer seductora, antojadiza y siempre insatisfecha, que te llevó por la senda agridulce (más agria que dulce), y por la cuál cometiste tantas sinrazones. Por ella te devoraron los celos, y por ella te enfrentaste a aquel atracador que te mando a la UVI, o te compraste aquel deportivo que no podías pagar, con el que te saliste de la carretera a 200 km/h.
Y aquí estás en la cuneta, boca arriba contemplando las estrellas sin poder moverte, en una noche sembrada por el canto de los grillos, en mitad de ninguna parte. Jugaste mal tu baza, muchacho. ¿Escuchas las carcajadas del diablo? Perdiste con cuatro ases... ¿Pero fuiste feliz?
Y en esos momentos de dolor en todo el cuerpo, las heridas del alma te torturan todavía más. Entonces se reparte la nueva baza, y tus cartas ya no son ases, sino cuatros, doses, algún seis... Quedaron atrás las noches de placer inconmensurable, las apuestas, las borracheras, las comilonas, los excesos... Ahora toca jugar una baza pobre, dolorosa.
En medio del silencio de la noche, las estrellas forman figuras que te evocan los lugares donde te has sentido bien en tu vida. Bajo el brasero de la casa de tu abuela, arrullado por historias de unos y otros... El cine donde por primera vez invitaste a la única chica que has amado de verdad... En aquel bar donde sentiste la amistad verdadera con los compañeros del colegio, cuando no teníais ni un céntimo más que para un bocadillo de calamares y una caña... Donde aquel abrazo, aquel beso... En el silencio de una noche como ésta.
Sentimientos, recuerdos, decisiones... Pasa la vida. Pasa la vida. Tengo un presentimiento sobre los cuatros, los doses y el seis. A la luz de la aurora que se levanta, hermosa y eterna, ante tus ojos ensangrentados, se distinguen los reflejos de las sirenas de una ambulancia. Ya se disipa la noche trágica, el diablo se ha ido, y no importa dónde estés ni cómo, que los dolores pasarán, y con una baza pobre volverás a los lugares que te han hecho sentirte hombre, débil y vulnerable, pequeño y, sin embargo, pleno de significado en el universo infinito... Y esta vez no dejarás que James Bond tome decisiones por ti, porque las tomarás tú mismo, con tus cartas sin valor, que bien jugadas te llevarán hacia la felicidad.
Un abrazo