Querido amigo:
¿Que qué le digo al niño? Bien lo sabes tú, lo que te prometí... la verdad, la pura verdad, si es que existe una verdad más verdadera. Que su madre es hermosa, buena, dulce y salada, un racimo de virtudes, una muñeca de cristal, con un alma tan grande como el mismo universo, con música en las manos y una voz de miel, que por tu boca no salen sino versos, ...una mujer de la cabeza a los pies. ¿Acaso crees que miento? La verdad, sólo la verdad, como te prometí.
Y por las largas noches de insomnio me abandono en los pliegues más oscuros de la ciudad... Errando, como un perro sin dueño, por clubs, discotecas y pubs de baja estofa. No me riñas, sólo cumplo con mis promesas... De lo contrario, amor mío, perdería la poca dignidad que me resta... mi palabra.
Y me detengo durante horas, pitillo tras pitillo, en el rincón donde te me apareciste por vez primera, irradiando misterio, tan linda y tan peligrosa como un hongo alucinógeno. Porque fue probar tus labios y sentir que nada de lo hasta entonces vivido volvería a tener el mismo significado. Y desde ahí en adelante vivo en una alucinación sin fin.
Y horas y horas, pitillo tras pitillo, aguardo bajo el balcón del cuarto de Montera, donde me sonreíste, henchida de gozo, para anunciarme que íbamos a ser papás. Me hiciste prometer que llevaríamos una vida normal por el bien de nuestro hijo. No te fallé. Dejé las calles y nos mudamos a Vallecas, lejos de la troya. ¿Y tú? No, amor mío, cuando dé a luz volveré a la carrera ¿de qué vamos a vivir si no?
No me diste tiempo a ganar lo bastante como para retirarte, vas y te marchas, dejándome sólo con el niño. Y yo no puedo dormir tranquilo desde entonces.
Prométeme, me rogaste, prométeme que te acostarás con una sonrisa en los labios y que soñarás con lo mucho que me amas, y que por las mañanas, cuando vuelva de trabajar, me besarás como si fuera la primera vez, y que nunca faltarán flores en la casa ¿me lo prometes?
Y cumplí mis promesas, amor mío. Un hombre sin palabra, no vale para nada. Me acostaba feliz, soñando con el instante de volver a verte, ya nacido el día; soñando con el día en que te recibiera con un buen sueldo y te prometiera que nunca volverías a correr Montera.
Cumplo mi promesa, aunque te hayas ido. Te echo tanto de menos, y por ello recorro nuestros rincones como alma en pena. ¿Cómo quieres que me acueste con una sonrisa? Prefiero no acostarme, para no quebrar la promesa que te hice. No duermo desde que te fuiste, no puedo, no debo.... Pronto, un día de estos, te volveré a besar cuando despunte la aurora, como si fuera la primera vez... Pronto, te lo prometí, ya sabes. Pronto... En cuanto a las flores... No te quejarás, que no hay tumba más florida en todo el camposanto que la tuya.
Un abrazo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
¡Qué maravilla, Javi! Te has salido. Tratas los temas más escabrosos con una sensibilidad impresionante. Este y el del funeral son mis favoritos: son muy sabinianos, casi se les puede poner música.
Un beso,
Muy bonito, Javi. Mucho.
Publicar un comentario