sábado, 26 de marzo de 2011

Abejas y Hormigas

Querido amigo:

Había una vez una próspera colmena que pendía de la rama de un pino situado en medio de un vasto bosque. Miles abejicas zumbaban por todas partes en busca de los mejores pólenes para fabricar su dulce miel.

En las raíces de aquel mismo pino, vivía una colonia de hormigas en un laberíntico hormiguero. Millones de hormigas que se pasaban la vida buscando alimento para colmar los almacenes de la colonia.

Durante los meses de primavera y verano, las hormiguicas y las abejicas convivieron en armonía, sin molestarse unas a otras. La abundancia de alimento bastaba para nutrir tanto a la colmena como al hormiguero. Con los fríos invernales, las flores se marchitaron y las abejas comenzaron a sufrir escasez de alimentos. Las obreras de la colmena, que trabajaban muy duro, comenzaron a molestarse con las abejas guerreras y, sobre todo, con la abeja reina, a quienes nunca parecía faltarles la ración diaria de miel. El descontento entre las obreras llegó a tal punto, que la reina temió que se rebelaran, poniendo en peligro la supervivencia de la colmena.

La abeja reina envió entonces a sus guerreras al hormiguero, para que robaran alimento para la colmena. Obedientes, las guerreras irrumpieron en el hormiguero, sorprendiendo indefensas a las pobres hormigas. Aunque compuesto por millones de guerreras, las hormigas no pudieron contener la furia de las abejas, quienes además de volar, eran más grandes y más fuertes.

Las abejas obreras celebraron el regreso de las abejas guerreras, cargadas de alimentos para pasar el invierno. Ignoraban que sus guerreras habían saqueado el hormiguero para que ellas, las abejas obreras, tuvieran algo que comer durante el invierno.

En el hormiguero, sin embargo, se desató el caos y la confusión. La hormiga reina hubo de decretar estrictos racionamientos para administrar la poca comida que había quedado en los almacenes tras el ataque de las abejas. Las hormigas obreras se morían de hambre por las intrincadas galerías del hormiguero y, aquellas que aún conservaban fuerzas, se enfrentaron a las guerreras.

la hormiga reina, apurada por una posible revolución, envió emisarias a la colmena, para pedir ayuda. Las hormigas embajadoras convencieron a la abeja reina de que una revolución en el hormiguero significaría el final del mismo, por lo que al invierno del año siguiente, las abejas no encontrarían donde poder abastecerse para sobrevivir a los fríos.

La abeja reina, entonces, destacó a sus más violentas guerreras al hormiguero, para que ayudaran a la hormiga reina a aplacar cualquier revolución de las obreras. A cambio, la hormiga reina se comprometió a pagar a las abejas con un alto porcentaje de las cosechas que las hormigas obreras consiguieran almacenar en los silos durante la primavera y el verano.

No pudiendo soportar más aquella esclavitud, algunas hormigas obreras aprovechaban algún despiste de las guerreras y desertaban en busca de una vida mejor. Algunas de ellas emigraron a la colmena, de donde se contaba que nunca faltaban los alimentos. Al llegar a la colmena, la abejas obreras acogieron a las hermanas hormigas. Cuando las hormigas narraron cuanto acaecía en el hormiguero, las abejas obreras se indignaron mucho contra las abejas guerreras y contra la abeja reina que ordenaba cometer semejantes delitos contra las humildes y laboriosas hormigas.

Temiendo otra revolución, la abeja reina ordenó a algunas guerreras de su más absoluta confianza que esquilmaran algunos de los panales de la colmena durante la noche. Al amanecer, las abejicas obreras descubrieron con horror los destrozos cometidos en los panales. ¿Quién habrá hecho esto? se preguntaban. Entonces, una de las guerreras acusó a las hormigas del desaguisado. Hermanas abejas, las hormigas han esquilmado los panales que tanto esfuerzo os cuesta. Las hormigas son ladronas y perezosas. Si no las contuvierámos con nuestros aguijones en su apestoso hormiguero, millones y millones de hormigas aniquilarían nuestra preciosa colmena en menos de lo que se tarda en contarlo.

Las abejas obreras acometieron furiosas contra las hormigas que habían emigrado a la colmena para hacerles pagar por los destrozos.

Durante años, las abejas doblegaron a las hormigas.

Sin embargo, cierto año, la sequía secó toda flor que pudiera servir de alimento a abejas y hormigas, por lo que al llegar el invierno, el hambre se propagó también a las hormigas guerreras. Acostumbradas a buenos atracones, las hormigas guerreras se pusieron en pie de guerra contra su reina, que permitía que las abejas se llevaran los pocos alimentos que se habían cosechado durante la sequía.

La abeja reina, recelándose un inminente ataque de las hormigas guerreras, decidió animarlas a derrocar a la hormiga reina, que tanto las había explotado durante todo este tiempo. Las hormigas guerreras, muertas de hambre, se ensañaron con la hormiga reina y asumieron el poder del hormiguero. Las abejas guerreras les ayudaron en esta guerra.

La nueva hormiga reina, agradecida a las abejas por la ayuda prestada, prometió que seguiría pagando el tributo de alimentos que requería la colmena. La abeja reina, ordenó que se alimentara bien a las hormigas guerreras, para evitar que volvieran a alzarse en pie de guerra por culpa del hambre.

Esta medida significó que las obreras de la colmena habrían de comer menos, lo que causó despertó protestas. La abeja reina intervino entonces: Hijas mías, comprendo que la colmena atraviesa por momentos muy duros. Os pido que no perdáis la calma. Somos una gran colmena, siempre lo hemos sido. En estos momentos, más que nunca, os conmino a la calma y os pido que redobléis vuestra ilusión y vuestro esfuerzo para que la colmena pueda recuperar el esplendor perdido. Apelo al espíritu colectivo. Ved, si no, lo que ocurre cuando reina el caos: el hormiguero. Ninguna abeja desea ver nuestra amada colmena convertida en un hormiguero.

Animadas por las palabras de su reina, las abejicas obreras se empeñaron con mayor entrega al trabajo, aunque no pudieran comer tan bien como antaño.

Pasaron los años, y la sequía no remitía. Miles y miles de hormigas obreras murieron de hambre, y las hormigas guerreras se encontraban al borde de la extenuación, por lo que carecían de fuerzas para rebelarse en busca de alimento. El hormiguero ya no producía más alimentos, las hormigas se habían rendido.

Al no llegar alimentos del hormiguero, el hambre debilitó la moral de las abejas obreras. Mientras tanto, la abeja reina y sus guerreras guardaban los panales y comían todo lo que podían para tener fuerzas con las que contrarrestar una inminente revolución de las obreras.

Estalló la guerra civil en la colmena. Las obreras fueron aniquiladas por las guerreras. Las pocas obreras que sobrevivieron, volvieron a reconstruir la colmena. Las guerreras, cansadas por la batalla, se avinieron a compartir los alimentos del panal. Todas deseaban la paz.

Mientras las abejas se despreocupaban del hormiguero para matarse entre sí, el hormiguero había empezado a resurgir de las cenizas, ya que las abejas se habían olvidado de cobrar sus tributos. El hormiguero comenzó a poder dar de comer a sus hormigas, y la prosperidad volvió a sus inextricables galerías.

Cuando mejor vivían las hormiguicas, las abejas volvieron a invadir el hormiguero y... Y esta historia de abejas y hormmigas siguió repitiéndose durante generaciones y generaciones...

Un abrazo

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