Querido amigo:
Bienvenido a la taberna El León Triste. Mi abuelo, que en paz descanse, fundó El León Triste antes de que naciera mi padre, hace 90 años. Hubo tiempos mejores, hace mucho... ¡pero el león siempre ha estado triste! ¿Qué esperabas, maldita sea, de un poblacho donde llueve todos los días del año? Eso sí, por aquí ha pasado lo más granado de la República Irlandesa. Mi padre, que Dios guarde en la Gloria, contaba que el mismísimo James Joyce se había emborrachado en la silla que se encuentra junto al piano. Nadie se volvió a sentar en ella durante décadas.
Bueno, nadie, hasta que contratamos a los hermanos O'Ryan para que amenizaran la taberna. Ellos sí podían sentarse en la silla de Joyce, pues eran artistas. Jack, el mayor de los O'Ryan trabajaba en un banco durante los años buenos. Además, tocaba el violín acompañando a su hermano Patrick, que tocaba el piano. Tras la crisis de 2010, Jack se quedó sin trabajo y al cabo de unos meses se marchó a trabajar a América.
Todos se han ido yendo de esta tierra maldita. ¿Qué esperaban? ¿Que el sueño iba a durar toda la vida? Irlanda ha sido siempre un país de pobres... Los propios O'Ryan han sido pobres toda su vida. Aún me acuerdo cuando se presentaron por aquí a mediados de los ochenta para sustituir al viejo Toby, que el Señor tenga en su seno. Dos mocosos que tocaban el piano y el violín como dos ángeles. Con lo que yo les daba ayudaban a la familia. El padre se había quedado en paro cuando cerraron las minas.
Todos se han ido yendo. Patrick no, que sigue tocando el piano todos los días porque es mudo y no tiene más estudios que la música. Eso sí, ese chico tiene magia en las manos. El piano habla por él ¡y cómo habla! Los demás,... a Londres, a Nueva York, a Australia... Todos se van. Todos huyen de Cork, todos huyen del fin del mundo. Desde que Jack se fue a América nadie ha vuelto a desenfundar el violín. Patrick toca solo, no quiere acompañamientos.
Cuando su hermano se marchó, las cosas iban muy mal en la ciudad. Medio Cork nadaba en el paro. Patrick sobrevivía con lo poco que ganaba al piano, incluidas las propinas. Todos las tardes, lloviera o nevara, venía andando casi 10 km desde su casa. No usaba el autobús para no malgastar el dinero. ¡Y eso que Jack le debía enviar dinero desde América!
Una noche muy fría, no quedábamos más que Patrick y yo en la taberna. Entonces se abrieron las puertas y entró Mary, la hija del tío Paddy, el del piso de arriba. Se dirigió a la barra y me pidió un whisky doble. Yo sabía que el novio de Mary se había ido a buscar trabajo a Inglaterra. Ella también se hubiera marchado con él, pero tenía que cuidar de su anciano padre. La pobre estaba al borde de las lágrimas.
Patrick comenzó a interpretar el Claro de Luna de Beethoven... y por unos instantes El León Triste se sumergió en la gloria ¡gloria pura! Yo no pude evitarlo, y saqué mi cuaderno y comencé a escribir. No te he contado, amigo mío, que además de tabernero soy poeta. Soy poeta musical... Escribo sólo con buena música. Tal vez por eso retengo a Patrick a mi lado. Sin su piano, me faltaría algo. Dios sabe que más de una vez apenas he ganado para pagarle. Hemos pasado unos doce años muy, muy duros. Pero la música...
El caso es que Mary regresó al día siguiente, y se sentó junto al piano. Patrick acometió los acordes del Doctor Zhivago. Luego, Love Story, y Para Elisa, etc... La muchacha se derretía de nostalgia mientras el mudo Patrick, por Dios bendito, la enamoraba con su música. Al cabo de un año se casaron y Patrick se vino a vivir al piso de arriba, a la casa de su suegro.
¡El viejo Paddy! ¡Nunca se vió mejor acompañado! Las piernas no le tiran y, pese a todo, raro es el día en que no baja a apurar una pinta de Guiness. ¡Eh, Paddy, me han dicho que eres el más macho de Cork! Y el tío Paddy se ríe a carcajadas. Hace ya muchos años, siendo yo un niño, el joven Paddy se puso muy malo con fiebre. El doctor O'hara le recetó un nuevo medicamento. ¿De qué se trata, doctor? Se llama supositorio. Cuando Paddy supo cómo había de usarse el supositorio clamó ¡a mí por ahí no me cabe ni la cabeza de un alfiler! Despachó a golpes al doctor O'hara... ¡Condenado Paddy! ¡Qué testarudo es!
Otro de los habituales por El León Triste es James Madigan. Una noche, en tiempos mejores, cerré la taberna a las cuatro de la madrugada. De vuelta a mi casa me crucé con James Madigan y señora, vestidos como si fueran de boda... ¡Es que iban de boda! James y Madeleine tenían cuatro hijas ya, pero se habían olvidado de casarse. Cuando la hija mayor y su novio fueron a ver al padre Harris para que les casara, éste les pidió el libro de familia... ¿El libro de qué, padre? ¡Cómo iban a tener libro de familia si James y Madeleine no estaban casados! Para evitar un escándalo, el padre Harris les hizo presentarse en la iglesia a las cuatro de la madrugada y les casó en secreto. Al domingo siguiente, se casó la hija mayor.
Cada día quedamos menos en Cork. No obstante, El León Triste tiene su dignidad. Cuando estalló la crisis financiera y el paro ensombreció las calles de la ciudad, una noche se dejó caer por aquí el dueño de la tienda de Compro Oro. ¡Una pinta de Guiness, amigo! No hay cerveza, le respondí, y yo no soy su amigo. Ahí tiene la puerta, y que sea la última vez que se atreve a venir por aquí. ¡Váyase a gastar su sucio oro a otra parte!
De eso hace ya mucho tiempo... ¡Malditos políticos! ¡Adónde nos llevaron! Miseria y miseria. Créeme, amigo, regento una taberna y estoy acostumbrado a ver resbalar las penas por las pintas de cerveza. Desamores, parados, borrachos, etc... Todos vienen a soñar con el piano de Patrick. Hace años que Patrick ha mudado su repertorio por piezas tan tristes como el León del letrero de la taberna.
Hace dos días ocurrió algo atípico. Un rayo de esperanza iluminó El León Triste.
Por la puerta entró un niño ¡un niño, virgen santa! Le acompañaba una mujer muy guapa, forastera. La dama se sentó frente al piano y el niño se sentó ¡en la silla de James Joyce! ¿Qué se habrá creído este mocoso? Sin embargo, Patrick no se inmutó.
¿Me engañan mis oídos o Patrick está tocando una marcha alegre? En efecto, interpretaba el Himno de la Alegría. El chiquillo, de unos nueve o diez años, desenfundó el violín del pobre Jack y se puso a tocar. ¡Cómo tocaba, Dios del cielo! El León Triste se alegró como nunca desde hacía años.
Salí de la barra y me acerqué al piano. ¡Por San Patricio, ese niño es tu viva imagen, Patrick! Apenas pronuncié estas palabras, se abrieron las puertas y apareció Jack O'Ryan en persona, para arrojarse a los brazos de su hermano Patrick.
El León Triste ya había olvidado lo que era una celebración. ¡Cerveza para todos! Atraídos por la música fueron llegando Mary y el tío Paddy, que hizo las paces con el doctor O'hara; James Madigan y el padre Harris... y muchos más.
Yo miraba al viejo del Compro Oro, que me miraba con el ceño fruncido desde su tienducha. ¡Rabia, viejo avaro! ¡Qué bien has vivido estos años de la carroña! ¡Veremos a ver qué pasa a partir de ahora! Jack O'Ryan ha vuelto a Cork para abrir un negocio con su esposa americana y su hijo. Detrás de él volverán todos los demás. Poco a poco, todos volverán a éste sucio puerto de mar.
Así son los de Cork, no pueden vivir sin su lluvia, sin su buena pinta de Guiness, sin escuchar la música del viejo Patrick, sin contarle al León Triste sus viejas historias de ultramar. Ésta es la mía, mi historia, una historia irlandesa.
¡Feliz Año Nuevo!
viernes, 31 de diciembre de 2010
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