
Querido amigo:
Soy arqueólogo informático. Desde que colapsara la sociedad de la información, me dedico a recorrer los cementerios de material informático en busca de memorias descatalogadas. Algunas de ellas pueden restaurarse y volverse a emplear. Estas memorias tienen un valor incalculable. Pero recapitulemos un poco de historia... ¡La breve historia de la Informática!
Las primeras investigaciones matemáticas sobre códigos y algoritmos tuvieron lugar durante la I Guerra Mundial, con objeto de transmitir mensajes cifrados, imposibles de decodificar por el enemigo. A finales de la II Guerra Mundial, la industria militar ya construía los primeros ordenadores. Se trataba de costosas y primitivas máquinas, tan sencillas en su concepción como aparatosas, pues requerían edificios enteros para albergar una insignificante capacidad de memoria.
A mediados de los años 80 del siglo pasado, la informática empezó a popularizarse, reemplazando a las viejas máquinas de escribir en las oficinas. En los 90, ningún estado del primer mundo carecía de bases de datos informáticas donde almacenar toda la información de sus contribuyentes. Al comenzar el presente siglo, Internet revolucionaba el mundo tal y como se conocía hasta entonces. Los ordenadores personales se contaban por millones en todo el mundo, incluso en los países más pobres. Se diseñaban entonces para que duraran entre 4 y 10 años, tiempo necesario para que la industria informática se reinventase y los equipos quedaran obsoletos.
Los ordenadores agotados se almacenaban en grandes cementerios, de donde los fabricantes se surtían de piezas usadas para reciclar en nuevos modelos.
Hacia 2020, ya nadie cuestionaba que la Humanidad había entrado de lleno en la Era Informática. Se abandonó el papel y la tinta. Todo, absolutamente todo, dependía de ingenios digitales. Fotografías, música, libros, cuadros, el aire climatizado, el ordenador de vuelo, el automóvil, la cirugía, las bibliotecas, las comunicaciones, el transporte, el armamento, etc... hasta la propia identidad y vida de una persona quedaba registrada en una base de datos desde el día de su nacimiento. Pantallas y memorias, robots hasta para las más básicas tareas..., y ni rastro quedaba ya de libros, fotografías, cuadros de papel o tela, ... ni discos, ni instrumentos siquiera...
Sin embargo, aquellos que planearon un futuro computerizado erraron en sus previsones. A mitad del siglo XXI, los metales raros empleados en la fabricación de memorias informáticas empezaron a escasear. En pocos años, toda la sociedad informática colapsó como una torre de naipes. La Humanidad había de enfrentarse a una nueva amenaza: la pérdida de memoria.
En efecto, el agotamiento de los metales raros planteaba enormes retos a la industria informática. No sólo no había metales para almacenar la vida de 10.000 millones de habitantes, sino que la poca memoria que quedaba había de racionarse y administrarse entre todo el planeta.
Los Estados se enzarzaron en terribles disputas diplomáticas para obtener parte del control de la memoria informática existente. Algunos, incluso, amenazaron con declarar la guerra si no se procedía a un reparto ecuánime de la memoria. Los países tecnológicamente más avanzados exigían cuotas de memoria más altas por habitante, para no perder influencia sobre países del tercer mundo, cuyas poblaciones quintuplicaban las de los países ricos; aunque para hacer honor a la verdad, las escasas minas de donde extraían los metales raros, así como la mayoría de las factorías de computadoras del mundo, se encontraban en los países más pobres, donde la mano de obra trabaja todo el día por míseros sueldos.
La disputa no era para menos. Toda la herencia cultural de 10.000 años de Humanidad había sido digitalizada. Toda la vida de las personas había sido digitalizada, desde sus señas de identidad hasta su ficha médica, su expediente académico, judicial, bancario, etc... Quienquiera que careciese de memoria informática perdería todo, TODO. Ni recuerdos familiares, ni acceso a TV o radio, ni pasaporte para desplazarse por el mundo, ni dinero para comprar nada, ni derechos de ninguna clase... Existiría sin existir... porque no constaría en ninguna base de datos, en ningún archivo... Sin pasado, ni presente ni futuro... La memoria informático representaba TODO en la vida de una persona... hasta tal punto, que la Justicia castigaba a criminales y malhechores desterrándoles al olvido total.
Pese a incurrir en gravísimo delito, las clases acaudaladas se movilizaron para adquirir memoria al precio que fuera. Los deshauciados, los pobres de solemnidad, los desesperados podían recaudar pingües sumas vendiendo parte de su memoria a magnates y especuladores. Hay países donde se aplica la pena capital a quien compre o venda su memoria.
Desde hace unos años, surgimos los arqueólogos informáticos. Personas como yo que, al margen de la ley, escudriñamos en los antiguos cementerios informáticos en busca de restos de memoria en buen estado, que poder revender a alto precio. Sin embargo, mi caso dista mucho del de otros arqueólogos. Yo busco memoria para sobrevivir y recuperar mi vida.
Como muchos otros fui víctima de las maquinaciones de políticos sin escrúpulos, siempre sedientos de poder. Tras el colapso de la sociedad informática, se desencadenó una persecución sin cuartel contra todo aquel que poseyera altos conocimientos informáticos. El sistema sólo podía admitir que unas pocas personas en el mundo atesoraran el saber de las redes, los chips y las entrañas que, en resumen, permiten operar y funcionar a una computadora. Todos los demás, sobraban.
De un día para otro me despojaron de mi pasado y de mi identidad. Además, han atentado contra mi en varias ocasiones, por lo que vivo oculto desde hace años, sobreviviendo en la miseria más absoluta. Mas en todos estos años, el hambre, el frío y las calamidades no me han hecho olvidar cuanto sé de ordenadores. Nadie ha podido evitar que me haya convertido en arqueólogo y que, por un golpe de suerte, haya descubierto restos de memoria como para reconstruir una máquina de gran capacidad.
¡He vuelto! Algunos pueden empezar a temblar, porque llevo varios años planeando mi venganza. Vuelvo a vivir con pequeños retales de memorias de miles de orígenes diversos, resultaré prácticamente invisible a quienes intenten darme caza. ¡Yo os daré caza a vosotros! Mi ataque de esta mañana contra los mercados financieros sólo es el comienzo..
Hoy comienza un nuevo orden mundial...
Un abrazo
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