Querido amigo:
¿Qué entiendes por felicidad? De seguro se te ocurren muchas definiciones, las cuáles, a su vez, disentirán de las formuladas por otras personas. Sin embargo, tal vez podamos clasificar las definiciones en dos grandes grupos: por un lado las “dependientes”, o vinculadas a un suceso, una persona, o un objeto; y por otro lado las “independientes”, o libres de cualquier requisito material.
Así, por ejemplo, si asociamos nuestra felicidad a la cercanía de un ser amado, o a la consecución de un hecho que nos reporte un beneficio, o a la posesión de un objeto determinado, subordinaremos nuestra felicidad a casuísticas extrínsecas a nosotros mismos. Al contrario, la felicidad “independiente” implicará la aceptación de nuestra propia condición intrínseca –somos quienes somos, en armonía con nuestro entorno-.
En el fondo, ambas categorías de felicidad se interrelacionan, ya que la “dependiente” determina el entorno en el que hemos de armonizarnos y aceptarnos a nosotros mismos para alcanzar la felicidad “independiente”. Entonces ¿podemos ansiar la felicidad en cualquier entorno? En efecto, si logramos independizarnos de lo extrínseco y asumir nuestra existencia tal y como la percibimos. Por tanto, para aceptarnos a nosotros mismos hemos de conocernos a nosotros mismos; y para librarnos de lo extrínseco, hemos de renunciar. A la hora de renunciar, discerniremos entre lo esencial y lo superfluo. Una vez más, para identificar lo esencial para alcanzar la felicidad, hemos de conocernos muy bien a nosotros mismos.
Amigo mío, la felicidad pasa por conocernos a nosotros mismos, aunque hay entornos en los que se plantea más difícil realizarla. Parece imposible sentir la felicidad en medio de una guerra o de la miseria extrema y, sin embargo, hay personas felices. Parece imposible no ser feliz en una ciudad del primer mundo –con todas las necesidades cubiertas- y, sin embargo, hay personas infelices.
Un abrazo
¿Qué entiendes por felicidad? De seguro se te ocurren muchas definiciones, las cuáles, a su vez, disentirán de las formuladas por otras personas. Sin embargo, tal vez podamos clasificar las definiciones en dos grandes grupos: por un lado las “dependientes”, o vinculadas a un suceso, una persona, o un objeto; y por otro lado las “independientes”, o libres de cualquier requisito material.
Así, por ejemplo, si asociamos nuestra felicidad a la cercanía de un ser amado, o a la consecución de un hecho que nos reporte un beneficio, o a la posesión de un objeto determinado, subordinaremos nuestra felicidad a casuísticas extrínsecas a nosotros mismos. Al contrario, la felicidad “independiente” implicará la aceptación de nuestra propia condición intrínseca –somos quienes somos, en armonía con nuestro entorno-.
En el fondo, ambas categorías de felicidad se interrelacionan, ya que la “dependiente” determina el entorno en el que hemos de armonizarnos y aceptarnos a nosotros mismos para alcanzar la felicidad “independiente”. Entonces ¿podemos ansiar la felicidad en cualquier entorno? En efecto, si logramos independizarnos de lo extrínseco y asumir nuestra existencia tal y como la percibimos. Por tanto, para aceptarnos a nosotros mismos hemos de conocernos a nosotros mismos; y para librarnos de lo extrínseco, hemos de renunciar. A la hora de renunciar, discerniremos entre lo esencial y lo superfluo. Una vez más, para identificar lo esencial para alcanzar la felicidad, hemos de conocernos muy bien a nosotros mismos.
Amigo mío, la felicidad pasa por conocernos a nosotros mismos, aunque hay entornos en los que se plantea más difícil realizarla. Parece imposible sentir la felicidad en medio de una guerra o de la miseria extrema y, sin embargo, hay personas felices. Parece imposible no ser feliz en una ciudad del primer mundo –con todas las necesidades cubiertas- y, sin embargo, hay personas infelices.
Un abrazo