jueves, 12 de agosto de 2010

Novelas

Querido amigo:

A menudo, muchas películas, muchas novelas, culminan con un gran suceso: los amantes que se reencuentran; el deportista que alcanza la gloria; el héroe que salva a todo el regimiento, etc… Muchas veces, tras tan emotivos finales, no podemos evitar lamentarnos de lo poco novelescas que resultan nuestras existencias. ¿Qué le importa al gran público lo que hacemos?

Sin embargo ¿nos atrevemos a imaginar cómo prosiguen las películas después del gran final? Es posible que los amantísimos enamorados, al regresar a sus vidas cotidianas después de haber corrido tantas aventuras, terminen postrados en el ostracismo; que el deportista caiga en depresión ante la incapacidad de emular otro triunfo como el ya alcanzado; que el héroe envejezca -como todo el mundo-, y que acabe en oficinas, gestionando el papeleo de otros soldados más jóvenes y ávidos de aventuras.

En el fondo, la humanidad siempre se ha alimentado de historias ajenas. “El derecho a vivir la vida de otros”, nos decía un maestro en sus clases. Tal vez, amigo mío, nuestras vidas sean más novelescas de lo que creemos; todo depende del talento con el que las miremos. Al menos, nuestras alegrías y nuestras penas son reales, de carne y hueso, y sólo por eso, merecen ser compartidas.

Un abrazo

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Uno de tus mejores artículos, Javi. Precioso!

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