sábado, 4 de junio de 2011

Otra historia de Nueva York




Querido amigo:

La esposa del alcalde ejerce de cartera. Todos las tardes comprueba si hallegado alguna carta de Palermo y la lleva personalmente al destinatario. La esposa del alcalde ejerce también de maestra en la escuela, y lee y escribe cartas para los vecinos del pueblo, la mayoría de los cuáles ni saben leer ni escribir.

Esto es Sicilia, a primeros del siglo XX, no hay trabajo para todos y el pueblo ve como sus hijos se embarcan hacia América en busca de una vida mejor. En la isla se quedan los viejos, los holgazanes y la camorra.

Al poco de despedirse de su esposo Lautaro en el puerto de Palermo, María sucumbió a los cortejos del alcalde. En un pueblo tan pequeño todo se sabe, pero tratándose del alcalde conviene más callar. María cuenta a todos que Lautaro le envia dinero desde Nueva York, con el que pronto se ha comprado vestidos nuevos, que ahora parece una gran señora, ella que siempre vivió como una desgraciada.

A la esposa del alcalde, como gestiona el correo de todo el pueblo, bien le consta que Lautaro no ha enviado ni una lira a María, pero calla y agacha la cabeza cuando los vecinos murmuran a su paso que su marido se refocila con la otra.

Mientras, el Lautaro se desloma en Nueva York para ahorrar el pasaje de la María. Se emplea en los muelles como porteador, y se le pasan los días cargando pesados sacos. Desde la distancia, el Lautaro sueña con llevar a María de paseo por Manhattan, y se sonríe a sí mismo imaginando la cara de sorpresa de ella ante los descomunales rascacielos.

Los familiares del pueblo de Lautaro no le escriben contándole los amores de su esposa con el alcalde, como no saben escribir habrían de pedirle el favor a la mujer del alcalde. Por ello, Lautaro soporta feliz su triste vida por los muelles de Nueva York.

Año y medio después de embarcarse para América, a costa de sus espaldas Lautaro reune el dinero para el billete de María y lo gira a Sicilia. La mujer del alcalde recibe en la oficina de correos la carta dirigida a María con el billete de tercera clase en el "Garibaldi", que realiza la travesía de Palermo a Nueva York. La pobre maestra suspira aliviada ante la expectativa de recobrar su vida y su dignidad. Se acabarían los devaneos de su marido con esa infeliz.

Al llegar la Navidad, el porteador Lautaro acude con impaciencia al puerto de Manhattan a esperar a su querida María. Le ha comprado un par de medias de seda y un sombrero. Un oficial le confirma que el "Garibaldi" ya ha atracado en la Isla Ellis, y que los pasajeros han de someterse a las rutinarias inspecciones, proceso que conlleva un par de días. El joven Lautaro se marcha, entonces, para regresar al día siguiente.

Las últimas horas de espera se le antojan interminables. Al caer la tarde, Lautaro divisa el barco que remolca a los pasajeros de tercera de la Isla Ellis a Manhattan. El barco atraca ante la expectación general de los que esperan. Todos se agolpan frente a la pasarela, ya desembarcan los familiares o amigos. Lautaro comienza a llorar como una Macarena. Entre la algarabía reinante distingue un rostro familiar que desciende por la pasarela. Se trata de la esposa del alcalde su pueblo... ¡Señora Maestra! ¡Señora Maestra! ¡Soy Lautaro, el del pueblo! ¿No me reconoce?

La maestra, muerta de frío y extenuada por la larga travesía, corre a echarse en brazos del porteador. La pobre necesita un poco de calor humano.... Maestra ¿sabe si mi María viaja en este barco? La maestra le mira con pena... No, Lautaro, no viene en este. Tal vez en el siguiente...

Lautaro y la maestra se despidieron en el puerto. Ella se perdió en la ciudad para olvidar su pasado, mientras que él regresó al puerto durante años cada vez que arribaba el "Garibaldi", preguntándose por qué su María no constestaba sus misivas, sin reparar en que allá lejos, en su pueblo siciliano, faltaba la que leía y escribía, la misma que un día huyó con lo puesto Dios sabe dónde, mientras la otra paría un hijo del alcalde.

Un abrazo

1 comentarios:

El diario de Doris dijo...

al principio se me ha hecho algo confuso el tema de los nombres, luego ya lo clarificas así que puede ser un problema mío. Está bien, es una historia bastante al uso, pero sin embargo consigues sacarle punta al final, con vidas que se cruzan en un determinado momento y se separan sin darse cuenta de la importancia de ese punto de inflexión.

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