Querido amigo:
El joven doctor se sentó a la mesa para cenar. Los problemas de sus pacientes le mantenían absorto en sus pensamientos, y se tomaba la sopa en silencio. Tampoco mediaban palabra sus padres y hermanas.
¿Has visto últimamente a aquella señora que vivía en un chalet a las afueras? - inquirió de pronto a su madre. La madre del joven doctor se ganaba la vida como chacha, limpiando casas. Le contó que había limpiado la casa de la señora aquella misma mañana, y que ésta ya no vivía a las afueras.
¡Eso era antes, con el otro marido! ¡Cuánto la hizo sufrir aquel vividor! No, a aquel le dió puerta cuando se enteró de que tenía no sé cuántas queridas y que llegaba a las tantas a casa porque había estado divirtiéndose con ellas. Lo plantó y se mudó al centro. Se volvió a casar hace un año y le ha cambiado la cara a la pobre. Hasta espera un bebé y todo. El otro no quería saber nada de niños...
El joven doctor se acabó la sopa y se encendió un cigarrillo. No quiso decir nada, pero aquella mañana había reconocido al vividor en la morgue del hospital. Al parecer, había ingresado con sobredosis de cocaína hacía dos semanas, y nadie le había echado de menos desde entonces. El joven doctor pensó para sí que valía más no turbar un feliz embarazo con amarguras del pasado.
Un abrazo
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