Querido amigo:
Cierto día un hombre que había salido a pasear se extravió por un sendero que nunca había tomado antes. Anduvo durante horas sin saber donde se encontraba; anduvo hasta que le sorprendió la oscuridad; y anduvo toda la noche, ... totalmente perdido.
Al levantarse la aurora, oyó una voz que atronaba desde el cielo: No estás solo en el laberinto. Hay alguien más en él. Quienquiera de los dos que primero dé con la salida abandonará el laberinto. El otro permanecerá perdido en él para siempre. Con el tiempo, el hombre pudo acostumbrarse a convivir con la ansiedad.
Al cabo de muchos años recorriendo en solitario los interminables vericuetos del laberinto, había agotado toda esperanza. Hasta que por fin encontró una huella... Se quedó paralizado, aturdido por tantas incertidumbres como le atormentaban. ¿Habrá salido ya? ¿O quizás haya encontrado antes mis huellas y aceche para tenderme una trampa?
Cautivo de sus aprensiones, extremó la atención en cada uno de sus pasos. Al volver una esquina descubrió al otro, dormido en el suelo. Se acercó a tientas, conteniendo la respiración, cuidándose de no provocar el menor ruido...; y de un golpe certero... asesinó al rival. Jadeante aún de tanta tensión, se dejó caer junto al cadáver. Al menos, tarde o temprano, descubriré la salida y volveré a ser libre. Al mirarse las manos manchadas de sangre, comenzó a sentirse extraño, mas no tuvo tiempo de sentir remordimientos, porque una voz del cielo clamó... ¡uno de los dos ya ha franqueado la salida del laberinto!
Un abrazo
Cierto día un hombre que había salido a pasear se extravió por un sendero que nunca había tomado antes. Anduvo durante horas sin saber donde se encontraba; anduvo hasta que le sorprendió la oscuridad; y anduvo toda la noche, ... totalmente perdido.
Al levantarse la aurora, oyó una voz que atronaba desde el cielo: No estás solo en el laberinto. Hay alguien más en él. Quienquiera de los dos que primero dé con la salida abandonará el laberinto. El otro permanecerá perdido en él para siempre. Con el tiempo, el hombre pudo acostumbrarse a convivir con la ansiedad.
Al cabo de muchos años recorriendo en solitario los interminables vericuetos del laberinto, había agotado toda esperanza. Hasta que por fin encontró una huella... Se quedó paralizado, aturdido por tantas incertidumbres como le atormentaban. ¿Habrá salido ya? ¿O quizás haya encontrado antes mis huellas y aceche para tenderme una trampa?
Cautivo de sus aprensiones, extremó la atención en cada uno de sus pasos. Al volver una esquina descubrió al otro, dormido en el suelo. Se acercó a tientas, conteniendo la respiración, cuidándose de no provocar el menor ruido...; y de un golpe certero... asesinó al rival. Jadeante aún de tanta tensión, se dejó caer junto al cadáver. Al menos, tarde o temprano, descubriré la salida y volveré a ser libre. Al mirarse las manos manchadas de sangre, comenzó a sentirse extraño, mas no tuvo tiempo de sentir remordimientos, porque una voz del cielo clamó... ¡uno de los dos ya ha franqueado la salida del laberinto!
Un abrazo
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