Querido amigo:
Hacía media hora que esperaba sentada en el velador de un café. Ante ella, una taza con los restos de una infusión y un cenicero que ya acumulaba tres humeantes colillas. Llevaba poco tiempo en la gran ciudad y podía llegar a sentirse muy sola. Al fin, vio en la puerta a su único amigo, y sacó fuerzas para sonreír.
El muchacho le dio dos besos. Traía las mejillas heladas. Pidió un café con leche y se sentó enfrente, frotándose las manos. Se disculpó por el retraso. Tenía mucho lío en el trabajo, y luego había quedado con unos amigos de la facultad.
¿Cómo estás? Un poco cansada. No duermo muy bien últimamente. Pesadillas.
Hay que animarse, chica. Y ella hubo de morderse los labios para disimular.
¿Algún trabajo? Nada aún. Se me hacen muy largos los días esperando... Esperando... a que... Por otra parte... El camarero interrumpió sus palabras al servir el café con leche.
¿Y en el piso? Bien. Cada cuál hace su vida y apenas nos vemos. Todos andan muy ocupados. Hay una chica que parece maja, pero llega muy tarde del trabajo. Nadie parece tener tiempo para nadie... Tendré que acostumbrarme... En el pueblo,.. bueno, no quieren saber nada de mi desde que...
Sonó el teléfono del amigo, que hizo una mueca de fastidio: Tengo que irme. Son los de la facultad... Otro día me cuentas con más calma. Espero verte más animada entonces. Anda, dame dos besos.
Ella se quedó sola de nuevo. Ella, claro, no era amiga de la facultad.
Un abrazo
domingo, 7 de noviembre de 2010
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1 comentarios:
Gracias por regalarnos tus relatos, me gustan :-)
y este me ha sonado familiar por fragmentos...
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