Querido amigo:
La ciencia pregona que el cerebro humano heredó de nuestros ancestros una especial sensibilidad para escrutar las amenazas que potencialmente nos acechan de entre toda la información que captamos en nuestro entorno.
En nuestra vida diaria interaccionamos entre nosotros de muchas maneras, aunque principalmente percibamos tres: la palabra, la mirada y el tacto. En realidad, la comunicación entre nosotros traspasa insospechadas fronteras físicas y espirituales, mas la ciencia no puede dar fe de todas, pese a que todos nosotros las experimentemos a menudo.
A veces, amigo mío, descuidamos el tono de nuestras palabras, miradas y contactos, activando así las alertas en los cerebros de quienes nos rodean. A veces, amigo mío, la diferencia entre un tono cordial y un tono agrio no nos es casi perceptible. Por todo ello, ahora que nos consta que somos seres susceptibles por Naturaleza, nos podríamos plantear si vale la pena ser indulgentes ante desvíos de tono, en lugar de sacar las uñas.
Un abrazo
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